Hoy vamos a hacer una excursión al lugar con más encanto, historias y misterio de nuestra Sierra de San Vicente, no podía ser otro que El Pico de San Vicente, o como decimos en el pueblo, El Pico.
Para llegar, desde nuestra Casa Rural Santa Bárbara debemos cruzar el pueblo siguiendo la carretera CM-5002 hacía Sotillo de la Adrada. Cruzamos el pueblo y antes de llegar a la gasolinera, tomamos el desvío dirección Navamorcuende siguiendo la carretera TO-1375 durante 6 km, aproximadamente, hasta que encontremos a nuestra izquierda un pinar con bastante sitio para dejar el coche.
Ahora deberemos apretarnos los cordones y subir la cuestecilla del cortafuegos que vemos al llegar, no os asustéis, lo que se ve es todo lo que hay que subir, unos 200 metros bastante empinados que pronto veremos recompensados, una vez pasado este desnivel seguiremos la vereda que hay hasta llegar a nuestro destino.
Lo primero que nos encontraremos es el punto geodésico, desde el que podemos tomar una panorámica similar a esta:



Llegar hasta aquí, sin duda, para los amantes de la botánica habrá sido un disfrute, pues por el camino hemos pasado por las praderas y huertas que están en el entorno del pueblo, pasando por los bosques de rebollos, castañares y pinares en la parte más alta de la Sierra y llegando al pico encontrando flora de bajo matorral como la jara pringosa, rosa de monte, asfódelos y muchas otras plantas singulares.


Nos encontramos en un afloramiento granítico, en un gran berrocal con numerosas piedras caballeras, entre los valles del Tajo y del Tietar. La Sierra de San Vicente, elevada durante la orogenia alpina, puede considerarse una montaña-isla al superar los 1300 metros en puntos como el que nos encontramos y estar rodeados de un entorno sobre los 800 metros. Esta situación, predominante sobre el entorno es sin duda la clave del emplazamiento, pues desde aquí conseguimos divisar el amplio valle del Tajo y los Monte de Toledo al sur, la Vera extremeña al oeste, el valle del Tietar y Sistema Central con Gredos en las proximidades al norte y, si tenemos suerte, podremos distinguir al este los rascacielos de Madrid.
Este dominio sobre el entorno no pasó desapercibido por nuestros antepasados los Vetones, primeros pobladores de los que hay constancia en la comarca, en época romana ya hay escritos sobre este lugar, al que conocían como Mons Veneris (Monte de Venus) donde anduvieron algún tiempo guerreando y persiguiendo a un lusitano llamado Viriato. Sirvió de refugio a Vicente, Sabina y Cristeta, más tarde santificados, en su huida desde la ciudad de Caesarobriga, actual Talavera de la Reina, por su devoción cristiana. Fue atalaya musulmana más tarde, donde tras la reconquista se refortifica en el siglo XIII y se construyen dos torres. El conjunto es habitado por última vez por los templarios en el siglo XIV, a partir de ahí las construcciones empiezan a deteriorarse hasta las ruinas que encontramos en la actualidad. La ermita se cree que se construyó alrededor del siglo XVI, estando habitada durante un siglo aproximadamente hasta que se construye el convento de El Piélago por la orden de los Carmelitas Descalzos.
Sin duda, merece la pena subir hasta este enclave, disfrutar de las vistas, ver un atardecer, dejar volar la imaginación o, simplemente… ¡Respirar!
